Quisiera referirme a dos
hechos importantes de la historia, que hace muy pocos días conmemoramos sus
aniversarios.
En primer lugar, decir que
el pasado 11 de septiembre se han cumplido 40 años del golpe militar en chile,
encabezado por Augusto Pinochet y 40 años de la muerte de alguien cuyo nombre y memoria crecen y se agigantan en el tiempo,
me refiero a Salvador Allende.
Quiero muy brevemente
referirme a aquellos años de gobierno de la unidad popular, porque estoy
convencida de que lo que terminó esta dictadura sanguinaria en el 73 fue un
proyecto político verdaderamente popular, una experiencia única que llevó a Chile a transitar -por una vía democrática y
pacífica- el camino hacia el socialismo.
“Hemos triunfado para derrotar definitivamente la
explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una
seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importación y
exportación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos que harán
factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro
desarrollo” con esta fuerza habló Allende frente a una multitud el día de su
triunfo electoral en el año 1970.
Con
estas promesas presentes, durante los mil días que duró el gobierno de la
unidad popular se lograron avances como la nacionalización
de la banca privada, el comercio exterior y el cobre, se aumentó el salario de
los trabajadores, se radicalizó la reforma agraria, se generaron formas
colectivas de producción y se creó un sector social de la economía,
administrado por los trabajadores. En este tiempo, en Chile germinó un poder popular inédito, el pueblo adquirió conciencia del
momento histórico y protagonizó el proceso.
Ciertamente,
el programa de este gobierno despertó una frontal oposición, tanto dentro del
país como a nivel internacional. Desde estos sectores – incluso desde antes de
su ascenso- intentan desestabilizar a Allende y lo logran de la mano de
Pinochet, con el total apoyo del gobierno norteamericano.
Quiero
decir que esta dictadura que usurpa y se instala con violencia en el poder a
partir del 73, termina con las conquistas alcanzadas por el pueblo, termina con
los sueños no de una persona, ni de un partido o un frente, sino los sueños
emancipadores, de justicia y de igualdad de los trabajadores, de los
estudiantes, de miles de profesionales y de organizaciones sociales y políticas.
Hace
pocos días Camila Vallejos dijo que “las ideas de allende no son sólo las ideas
de la época que le tocó vivir, sino las ideas de un espacio de tiempo mucho más
amplio: son las ideas en pos de la emancipación de América Latina”. Comparto
esas palabras, y con humildad quisiera agregar, que las ideas de allende – que
guardan absoluta vigencia- son ideas en pos de la superación de las
desigualdades, de más derechos sociales y son principalmente ideas en pos de la
felicidad de los pueblos.
Por
otra parte, quisiera recordar que el pasado lunes 16 de septiembre, se
cumplieron 37 años de la llamada “noche de los lápices”. Recordar a los 10 estudiantes secundarios - de entre 13 y 18
años- militantes de la U.E .S, que entre otras
reivindicaciones luchaban por la obtención del boleto estudiantil gratuito, y
que fueron secuestrados en un operativo dirigido por el general Ramón Camps, acusados
de llevar adelante actos subversivos en el ámbito de sus escuelas. De esos
militantes secundarios, que se iniciaban en la vida y en la política, sólo 4
lograron sobrevivir.
Desde
el Bloque Socialista siempre recordamos este hecho y reivindicamos esta lucha,
porque creemos en el compromiso de los jóvenes, en su protagonismo en la historia y en la transformación social. Celebramos cuando la
juventud con la fuerza de las ilusiones y de las esperanzas se hace cargo del
presente para transformarlo y para hacerlo más justo.
Y creo yo, que esas
reivindicaciones que hacemos tienen que traducirse en un compromiso permanente
en brindar más oportunidades de participación y más oportunidades para que los
jóvenes puedan construir un proyecto de vida.
Quiero rescatar también que después de tanta violencia y
tanta represión, esta lucha significó, una vez retornada la democracia, el
reclamo por el boleto estudiantil que hoy
en el congreso nacional y en numerosos parlamentos provinciales se
legislara sobre su aplicación.
Finalmente, creo señor presidente, que para los lápices que alguna vez
empuñaron estos jóvenes sigan escribiendo, que la sociedad toda se comprometa
en un proyecto de país que no resigne y que priorice por sobre todas las cosas,
una educación para las mayorías.
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