viernes, 20 de septiembre de 2013

40 años de la muerte de Allende y 37º aniversario de la noche de los lápices

Quisiera referirme a dos hechos importantes de la historia, que hace muy pocos días conmemoramos sus aniversarios.

En primer lugar, decir que el pasado 11 de septiembre se han cumplido 40 años del golpe militar en chile, encabezado por Augusto Pinochet y 40 años de la muerte de alguien cuyo nombre y memoria crecen y se agigantan en el tiempo, me refiero a Salvador Allende.


Quiero muy brevemente referirme a aquellos años de gobierno de la unidad popular, porque estoy convencida de que lo que terminó esta dictadura sanguinaria en el 73 fue un proyecto político verdaderamente popular, una experiencia única que llevó a Chile a transitar -por una vía democrática y pacífica- el camino hacia el socialismo.

“Hemos triunfado para derrotar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importación y exportación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo” con esta fuerza habló Allende frente a una multitud el día de su triunfo electoral en el año 1970.

Con estas promesas presentes, durante los mil días que duró el gobierno de la unidad popular se lograron avances como la nacionalización de la banca privada, el comercio exterior y el cobre, se aumentó el salario de los trabajadores, se radicalizó la reforma agraria, se generaron formas colectivas de producción y se creó un sector social de la economía, administrado por los trabajadores. En este tiempo, en Chile germinó un poder popular inédito, el pueblo adquirió conciencia del momento histórico y protagonizó el proceso.

Ciertamente, el programa de este gobierno despertó una frontal oposición, tanto dentro del país como a nivel internacional. Desde estos sectores – incluso desde antes de su ascenso- intentan desestabilizar a Allende y lo logran de la mano de Pinochet, con el total apoyo del gobierno norteamericano.

Quiero decir que esta dictadura que usurpa y se instala con violencia en el poder a partir del 73, termina con las conquistas alcanzadas por el pueblo, termina con los sueños no de una persona, ni de un partido o un frente, sino los sueños emancipadores, de justicia y de igualdad de los trabajadores, de los estudiantes, de miles de profesionales y de organizaciones sociales y políticas. 

Hace pocos días Camila Vallejos dijo que “las ideas de allende no son sólo las ideas de la época que le tocó vivir, sino las ideas de un espacio de tiempo mucho más amplio: son las ideas en pos de la emancipación de América Latina”. Comparto esas palabras, y con humildad quisiera agregar, que las ideas de allende – que guardan absoluta vigencia- son ideas en pos de la superación de las desigualdades, de más derechos sociales y son principalmente ideas en pos de la felicidad de los pueblos.

Por otra parte, quisiera recordar que el pasado lunes 16 de septiembre, se cumplieron 37 años de la llamada “noche de los lápices”. Recordar a los 10 estudiantes secundarios - de entre 13 y 18 años-  militantes de la U.E.S, que entre otras reivindicaciones luchaban por la obtención del boleto estudiantil gratuito, y que fueron secuestrados en un operativo dirigido por el general Ramón Camps, acusados de llevar adelante actos subversivos en el ámbito de sus escuelas. De esos militantes secundarios, que se iniciaban en la vida y en la política, sólo 4 lograron sobrevivir.

Desde el Bloque Socialista siempre recordamos este hecho y reivindicamos esta lucha, porque creemos en el compromiso de los jóvenes, en su protagonismo en la historia y en la transformación social. Celebramos cuando la juventud con la fuerza de las ilusiones y de las esperanzas se hace cargo del presente para transformarlo y para hacerlo más justo.

Y creo yo, que esas reivindicaciones que hacemos tienen que traducirse en un compromiso permanente en brindar más oportunidades de participación y más oportunidades para que los jóvenes puedan construir un proyecto de vida.

Quiero rescatar también que después de tanta violencia y tanta represión, esta lucha significó, una vez retornada la democracia, el reclamo por el boleto estudiantil que hoy  en el congreso nacional y en numerosos parlamentos provinciales se legislara sobre su aplicación.

Finalmente, creo señor presidente, que para los lápices que alguna vez empuñaron estos jóvenes sigan escribiendo, que la sociedad toda se comprometa en un proyecto de país que no resigne y que priorice por sobre todas las cosas, una educación para las mayorías.


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